Cambiemos: coalición minoritaria con gabinete desbalanceado – Argentina, 2017

Por Guadalupe GonzálezIvan Seira y Natan Skigin.

Las elecciones legislativas del 22 de octubre reconfiguraron el panorama político, aunque más en término de señales que de gobernabilidad. El cambio más drástico es la pérdida del 43% de las bancas del massismo. ¿Y la ola amarilla? Sirvió más como mensaje hacia 2019 que como poder institucional. Cambiemos, ya nacionalizado, mostró amplio respaldo popular y aumentó su cantidad de bancas, pero seguirá siendo una coalición minoritaria y desbalanceada. Minoritaria porque en ninguna de las dos cámaras del Congreso tendrá mayoría, aunque en Diputados rozará el quórum con aliados provinciales. Desbalanceada porque la fuerza legislativa de sus partidos aún no se traduce en su peso en el gabinete.

Ahora bien, más allá del excelente resultado en términos de apoyo electoral que mostró Cambiemos a lo largo y ancho del país, la variable institucional de renovación por mitades y tercios de la cámara de Diputados y Senadores, respectivamente, opera como insumo para que este caudal electoral no se traduzca en una mayoría en el congreso. Sin embargo, Cambiemos ha logrado tras esta elección reducir los costos transaccionales en materia de apoyo legislativo, esperando obtener mayores tasas de aprobación sobre las propuestas oficialistas.

Así, tal y como se puede observar en los gráficos (al final hay más para divertirse), el desafío es ahora del Peronismo, en tanto la falta de resolución del liderazgo interno del Movimiento impactará en la coordinación de los distintos bloques que se identifican como tales. Principalmente, tendremos que prestar atención a la (des)coordinación de los bloques identificados como kirchneristas y aquellos asociados a los gobernadores del interior del país. Será crucial determinar si el Peronismo vota alineado y ejerce presión en conjunto aunque no tenga un liderazgo central o si continúa fragmentado favoreciendo al oficialismo. La experiencia, la intuición y los análisis insinúan que predominará lo último. Al menos hasta que se acerquen los próximos comicios.

En diputados, el PJ sumado al FpV cuenta con un contingente de 86 legisladores, sin contar los bloques más pequeños como el Frente Cívico por Santiago, cuyo alineamiento legislativo aún es incierto. En tanto el oficialismo aparece con un contingente de 107[1] diputados que presumiblemente serán disciplinados en el recinto y que, sin embargo, resulta insuficiente para constituirse como mayoría. Por tanto, tal como mencionamos anteriormente, deberán generar consensos con otras fuerzas para poder aprobar la legislación, en el marco de un panorama político altamente favorable para el oficialismo. La fragmentación en las cámaras es consecuencia, entre otras, de un Peronismo dispar que fue unificado en apenas un puñado provincias.

La historia en el Senado es similar, pero con dos salvedades. En primer lugar, el favorable resultado electoral en algunos distritos (Jujuy, La Rioja, Buenos Aires y Santa Cruz) le aportó más bancas que las esperadas al comienzo de la campaña. Actualmente, Cambiemos se alza como el bloque con mayor cantidad de senadores propios, con 24 (que se transforman en 25 al incorporar al Frente Cívico y Social por Catamarca, que adhiere a Cambiemos). En segundo lugar, la división del Peronismo también se traslada en este recinto, facilitándole la vida al oficialismo nacional. Una potencial división entre kirchneristas (24 senadores) y el PJ tradicional (7 bancas) puede dejar a Cambiemos en las puertas de ser la primer minoría y, así, cambiar una tradición política argentina desde el retorno a la democracia: que un gobierno no peronista pueda inclinar la balanza a su favor en el Senado. Aún así, más que en la Cámara de Diputados, el desafío aquí será generar consensos que permitan aprobar la agenda oficialista.

Finalmente el índice de coalescencia (Amorim Neto 2002) permite dar cuenta de cómo se reparten los ministerios en función del peso en el Congreso que tenga cada miembro de la coalición. El índice, calculado en función de los escaños de la Cámara de Diputados, arroja valores similares al de la anterior composición del Congreso: 0,60 para el período 2017-2019 contra 0,67 de la anterior composición. Esto quiere decir que el reparto de cargos en el gabinete no se configura precisamente en función a la relación de fuerzas existente en el recinto. Dicho de otro modo, el gobierno no ha designado a sus funcionarios como trade off por apoyo legislativo, aún con las últimas modificaciones en el gabinete de Macri (Agroindustria y Salud). La estrategia privilegiada pareciera indicar que “PRO puros” e independientes cubren la cuota que la literatura asigna al Presidente como “su porción del gabinete” designada a discreción.

El desbalance entre ministerios y bancas se explica por otros dos factores no menores. En primer lugar, por el avance legislativo de la Coalición Cívica, que no obstante sigue sin controlar puestos ministeriales. En segundo lugar, existen más elementos para pensar que Cambiemos se presenta como un nuevo tipo de acuerdo político entre partidos. Esto es, una coalición por funciones en donde alguno de sus actores concentra la toma de decisiones (PRO) mientras que otros socios se encarga del control parlamentario (UCR, CC-ARI, FE y aliados provinciales) y del control del territorio (UCR, en mayor medida).

En términos comparativos, si tomamos un estudio previo realizado por parte del equipo de investigación (Skigin y Seira 2016) el índice de coalescencia de Cambiemos para el período 2017-2019 lo acerca más a la Alianza por Chile (0,57) que a la Concertación (Chile, 0,85) o incluso a la Alianza (Argentina, 0,74).

[1]  www.lapoliticaonline.com/nota/109119/

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